Una semana para ir a la escuela.

Una frase que repito con cierta frecuencia es que “la Semana Santa ha sido mi escuela fotográfica”. Además, aunque sea una temática que no me fascine especialmente (prefiero temas con más acción y más imprevisibles), creo que ha condicionado en buena medida mi estilo actual.
Con independencia de que estemos más o menos interesados en este tema. Las procesiones, en especial las nocturnas, y otros actos colaterales, constituyen un duro “campo de batalla” para ejercitarse en la fotografía documental en condiciones adversas.
La escasa iluminación, la dificultad de componer fotografías evitando elementos urbanos intrusivos y la búsqueda de momentos insólitos (no siempre abundantes), son retos que ayudan a mejorar a cualquier fotógrafo con independencia de que sea un principiante o un consumado especialista.
Después de ocho años fotografiando con intensidad la semana Santa Oriolana y algunos eventos de otras ciudades cercanas, soy consciente de la forma en que han ido creciendo mis habilidades para fotografiar en condiciones adversas y de lo útil que me ha sido para fotos similares con otra temática muy distinta.
Sin tratar de ser exhaustivo, me gustaría compartir con vosotros alguno de los retos que me he planteado.
Mi primer objetivo claro fue captar la luz y la atmósfera de forma parecida a como los percibimos. Ello me llevó a aprender a usar el flash de una manera discreta que nos destruyera el ambiente. La consecuencia de ello, fue que agudizara mi habilidad a la hora de valorar el contraste de las escenas y sobre todo la posición de las fuentes de luz. Cuando pude adquirir un objetivo luminoso y una máquina con mejor respuesta a ISOs elevados, comprendí que si no cambiaba un poco la estrategia estas ventajas no producían mejoras sustanciales en las fotos. Necesitaba comprender la luz para usarla a mi favor tanto si usaba flash o no.

Para ser más concreto, cuando pretendemos usar el flash de relleno de forma discreta, descubrí que eran favorables las escenas con un contraluz evidente (no necesariamente alto) para que flash se pudiera equilibrar con una luz ambiental suficiente. Para mejorar el resultado, también comprobé que si los sujetos principales estaban iluminados lateralmente con cierta intensidad, se conservaba el volumen y el flash sólo rellenaba las zonas en sombra sutilmente. El uso de geles de color cálido también contribuyó a obtener colores más naturales.
Cuando no usamos en flash, la situación cambia radicalmente. Normalmente se debe evitar el contraluz y los contrastes brutales. Son buenos los fondos con una iluminación ligeramente menos intensa que la del sujeto para fotos sutiles o bastante más oscuros para resultados dramáticos. El contraluz funciona en contadas ocasiones y es cuando una luz trasera y lateral más intensa permite resaltar el borde de las figuras o cuando queremos hacer siluetas.

La iluminación que normalmente es más efectiva es la lateral. Si fotografiamos las figuras de los pasos, la suelen llevar incorporada ( otra cosa es que sea de forma favorable para el fotógrafo).
Para fotografía personas hay dos principales fuentes de luz: farolas y escaparates. Las farolas suelen ser fuentes puntuales que si dan la luz lateral o elevada y oblicua, producen sombras duras y resultados dramáticos. Los escaparates dan una luz más suave y son muy favorables para iluminar grupos de personas. En ambos casos los tendremos que considerar como “luces de estudio”, nos iluminan la escena pero conviene evitar que salgan en el encuadre.

El cualquiera de los dos casos el problema adicional es calcular la exposición correcta. En muchas calles el nivel de iluminación es bajo, la cámara tiende a compensar esto y nos aclara la escena, el resultado es que todas las zonas en la que la iluminación sea un poco más alta tienden a quemarse. El otro problema frecuente es que aunque la escena sea oscura, si en el encuadre hay una fuente de luz pequeña pero intensa (como un foco o una farola que apunta hacia el objetivo), toda la escena sale muy subexpuesta. Hay diferentes formas de evitar estas situaciones. Yo suelo trabajar en   prioridad al diafragma y cambio mucho la compensación de exposición tratando de anticiparme a lo que va a ver la cámara que estoy usando. Cada una reacciona de forma diferente aunque no creo que demasiado. Otros prefieren hacer un cálculo cuidadoso de la exposición y disparar en modo manual. El problema es que en cuanto cambiemos ligeramente el encuadre todo se puede ir al traste y mientras hacemos en nuevo cálculo se esfume el momento decisivo.

Suponiendo que el tema de la luz esté más o menos resuelto, el segundo problema técnico es el de componer con una cierta lógica y evitar señales de tráfico, rótulos luminosos, papeleras, farolas prominentes e incluso personas que conviene evitar en la escena que buscamos. Empezar usando longitudes focales más bien largas, es un punto de partida maconsejable. Si nos centramos en una figura de un paso, un nazareno con un cirio o un farol y cerramos el encuadre, todo resulta más sencillo, incluso el tema de la luz, los fondos se pueden simplificar o desenfocar. El problema de los teleobjetivos es que, o no son muy luminosos, o son indecentemente caros. Pero con una focal equivalente a unos 50 mm 1.8 (opción económica) o mejor 1.4 y acercándonos se soluciona el problema. Para focales más largas podemos tirar de flash o de bolsillo.
La cosa empieza a complicarse cuando nos empezamos a mover hacia la zona del angular. Composiciones en las que los sujetos importantes están maravillosamente encuadrados se ven arruinadas por una miríada de elementos del mobiliario urbano habitual. No me atrevo a dar ninguna receta para solucionar este problema (no la hay), pero tengo algunos trucos.
Si fotografiamos pasos, al ir elevados, el usar las fachadas de iglesia, palacios u otros edificios emblemáticos de la ciudad como fondo, suele ser una estrategia casi infalible (aunque no muy original). Para fotografiar los grupos persona, el truco es el mismo, pero lo que hago es agacharme o bajar al máximo la cámara para que el contrapicado haga que las mismas personas nos oculten los elementos molestos.
Por encima de estas dos estrategias existe otra mucho mejor, explorar el recorrido antes de que el desfile pase y elegir las mejores ubicaciones. La ventaja es que podemos intentar buscar un lugar sin elementos perturbadores, con la luz que nos interesa y encima que sea bonito o emblemático. Una vez encontrado, conviene no moverse del sitio e ir practicando la mayor diversidad de composiciones conforme discurra el desfile. En Orihuela  todo el mundo sabe que la zona de la Iglesia de Santiago es el sitio más propicio.

El tercer gran problema a resolver, es encontrar escenas interesantes y originales. Los desfiles procesionales, si por algo se caracterizan, es por ser muy previsibles. La acción desbordante brilla por su ausencia y encima el que las mayoría de personas lleven oculta la cara no ayuda a la expresividad. Lo que me parece un “suicidio fotográfico” es, que no siendo demasiado experto, sólo tengamos interés en fotografiar situaciones insólitas. Puede que logremos alguna, pero lo más probable es que nunca alcancemos la destreza suficiente para obtener con garantía y regularidad imágenes con una factura técnica correcta.
Me parece una muy buena idea empezar “empapándose” de la infinidad de buenas imágenes que hay en la red e ir tratando de intentar reproducirlas de forma aproximada. Practicar reiteradamente el mismo encuadre, la misma perspectiva y situaciones parecidas nos permitirá automatizarlos parar ser usados en otro tipo de eventos o de entornos. Recordemos que no sólo queremos aprender a hacer fotos de Semana Santa.
En una primera fase, es posible que tengamos que esperar a que todo este quieto. La razón es que el control del enfoque y la nitidez es básico y empezar con sujetos en movimientos puede ser demasiado difícil aunque dispongamos de una cámara de alta gama. Cuando la destreza con sujetos estáticos sea suficiente, podemos pasar a repetir los mismos encuadres pero en movimiento (es lo más difícil técnicamente). Nos faltará velocidad de disparo, velocidad de autofoco y, sobre todo, velocidad de reacción. Pero estaremos empezando a ser capaces de documentar eventos dinámicos y en condiciones adversas con solvencia.


La fase siguiente es obvia, buscar momentos decisivos que sean poco habituales. Para esto, hay que estar muy atentos a todo lo que sucede a nuestro alrededor y ser muy conscientes de que tanto los desfilantes  como los espectadores pueden ser partícipes de nuestra escena. El tópico de fotografiar a un niño recibiendo una golosina, es un buen comienzo. Aunque sea una situación muy trillada, captar el momento decisivo y la expresión de un niño, convierte a cada imagen en una pieza única.  El siguiente paso es estar al acecho de las situaciones accidentales. Sería como ir detrás de las tomas falsas de la procesión. Hay que arriesgarse y no desmoralizarse porque casi todas las fotos de este tipo sean fallidas. En ese momento empezaremos a comprender y valorar lo difícil que es ser un buen fotógrafo.


Para finalizar, plantearé un último reto. El más ambiguo de todos. Una vez adquiridas las habilidades suficientes para capturas imágenes técnicamente correctas e interesantes, ¿cuál es el camino a seguir para impregnarlas de un estilo propio que nos caracterice y que muestre una visión distinta a la de otros fotógrafos?
No tengo una respuesta para esta pregunta, probablemente nadie la tenga. Pero, de lo que sí estoy seguro, es de que el día que nos la hagamos ya tendremos andado buena parte del camino para darle nuestra propia respuesta.
Podríamos decir que un fotógrafo tiene estilo, justo desde el día en que se hace esta pregunta.

Obviamente, el texto anterior, no pretende ser un mini-curso  de fotografía de Semana Santa, pero sí puede ayudar a más de uno a encontrar un motivo para vivir de una forma más intensa y motivadora, fotográficamente hablando, las fiestas que se avecinan.


Un saludo a todos.

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